Cuántas veces nos preguntamos íntimamente sobre los diversos conceptos que encierran los dogmas religiosos, o sea cosa secreta (eró) para muchos de nosotros.
El misterio de la vida, el nacer del hombre, el renacer del espíritu en busca de una nueva evolución. Fusión irreprochable e inexplicable entre la carne y el emí (espíritu), donde ambos convergen obedeciendo a dictámenes supremos.
Nada queda librado al azar, todo posee una razón, una causalidad en donde el hombre participa activamente como vehículo del Emí, que debe cumplir los objetivos trazados con anterioridad a su nueva reencarnación, a su nueva forma ya sea de hombre o mujer. Transitar ese camino, cumplir los preceptos y al morir la carne, el emí habrá logrado o nó su evolución.
El misterio que nos rodea, del aire que respiramos, de la belleza de las plantas y flores, de aquellos retoños que en su tiempo biológico comienzan a crecer.
El misterio del cosmos. Del Alfa y Omega, cuyo trazo puede ser infinito. Nadie sabe donde empieza ni dónde termina.
Cuál es el principio de la vida y cuál el de la muerte...
De aquellas civilizaciones antiguas que hoy nos alimentan intelectualmente con sus exquisitas teorías; cultura, razón de vida y de la creación divina.
La religión africanista conlleva a manejar estas situaciones inexplicables, y sus sacerdotes son los misionarios terrenales en propagar la cultura y doctrina ancestral de los pueblos africanos. Exquisita mítica, desbordante de sagradas leyendas y tradiciones que la sociedad blanca nunca supo ni sabrá valorar.
Justamente, por el misterio de cada cántico, cada ofrenda o el resonar de un tambor, es el miedo que paraliza al hombre ante lo desconocido. El terror y la confusión de no ser partícipe activo, por su ignorancia manifiesta en una negación absoluta, dando descrédito de aquello que no puede comprender; porque nuestros arcanos no siempre se ven, se palpan o se escuchan.
En su sentimiento el sacerdote hace prevalecer, ante todo, la razón y mandato de los Orixás (Fuerzas de la naturaleza, subordinados de Olorúm). Muchas veces alternando el esoterismo, bien conocido desde hace tiempo, y así poder ordenar un camino, un modo o estilo religioso.
Y así, cada casa, cada templo, cada hombre, cada cosa, tiene su secreto, sin que ello provoque una refrenda entre los buenos y los malos, porque todos, absolutamente todos, poseemos dicha ambivalencia. La polaridad cerca al universo y el poder de ello al hombre, y esto, también es un misterio.
Pero cuando pensemos en cosas ocultas, dogmas o misterios, solo debemos mirarnos al espejo, y al reflejarnos, veremos cuan grandioso es el ingenio de la divina creación, llámese Dios, Jehová, Olofi, Olodumaré u Olorúm.
Todos le pertenecemos y así debemos respetarnos como hermanos que somos.
Quizá sirva esto como una reflexión de vida.-
Axé
Indiana A. Bauer
Yalorixá Indiana de Yemanjá Bomi
Publicado en la Revista Axé. Luz-Espíritu y Verdad de la religion africana
Año 1- Revista N° 11.- Abril 1998. Derechos reservados.-
Publicado en la Revista Axé. Luz-Espíritu y Verdad de la religion africana
Año 1- Revista N° 11.- Abril 1998. Derechos reservados.-