miércoles, 20 de mayo de 2009

COSAS DE MAMÁ Y PAPÁ


Cuando se es chico muchas cosas no se comprenden, quiza molestan las actitudes de los mayores, mucho más si se trata de nuestros padres.
Como en toda familia suceden escabrosas peleas entre hermanos ya sea por los celos o competencias.
Mis padres, qué más, qué palabras o definiciones se pueden agregar para mostrar el amor que se han tenido más allá de los entuertos conyugales.
Ellos me enseñaron a cruzar los diversos puentes. A mi padre lo perdí cuando ya mi hijas eran pequeñas y ahora me acompaña mi madre. En realidad el trayecto lo seguimos haciendo juntas pero como en todo andar hay quienes se pierden, desisten o se acoplan, entre los nuevos andariegos están mis hijas y mi nieta.
_ Indianita es idéntica a su padre (Toto)_ decían mis tías.
_ Mirá, tiene sus ojos y la mirada...
_¡Es terrible de traviesa pero no se a quien sale!_ refunfuñaba mamá (aún lo expresa a mis 51 años).
Y si, salí a papá, él era ocurrente y muy cómico, cualidad que no poséo. Exigente en la educación. ¡Qué cosa! delante de él nunca dije una mala palabra, peor de contestar mal a mi madre.
De todos modos Mamá era y es un remolino limpiando y encerando. Por ser tan apegada a ella, me tenía horas enteras pasando la aspiradora a los colchones, peluches y sacudiendo los patines; claro, hasta que me avivé (confieso que tardé mucho), y cada mes cuando se avecinaba la limpieza general de la casa, buscaba refugio en alguna amiga. La cosa fue bárbara hasta que ella se apioló (no tardó tanto) y me mandaba a buscar con la empleada.
¡Fuimos víctimas de sus impulsos domésticos y creativos! Cambiar la misma puerta de lugar varias veces, los ventanales o el baño... ¡Lo hizo a nuevo tres veces! y era el único, asi que se armaba una batalla campal a la hora de usarlo.
Los patines... pude deshacerme de ellos cuando me casé ¡qué placer! caminar, usar los pies para caminar y no para patinar del comedor a la cocina y de la cocina a los dormitorios o al porche. Nada, absolutamente nada quedaba sin lustrar.
También fuimos víctimas del almidón. No puedo entender cómo aguanté dormir entre sábanas duras y frías. Recuerdo que cuando iba a acostarme le hacía el doblez y quedaba la tela agrietada por el almidón. Los domingos por la tarde sufríamos al ver los tres uniformes del colegio colgados y las camisas duras e intimidamentes esperando a sus víctimas para apretarles y pasparles el cuello, antebrazos y puños. ¡Qué horror! después se calmó un poco cuando conoció las virtudes del "plastitel".
Papá estaba orgulloso porque salía de casa lustrado y almidonado pero como no venía seguido, no se sentía tan atormentado por las manías de mamá.
Por otro lado "Totito" siempre que se mandaba alguna ranada acusaba velorios. Qué arte tenía para matar a las esposas de sus amigos. "Gata" siempre pegada a la franela y el escobillón ni enterada de las mentiras del crápula de mi viejo que se iba de juerga con los amigos, hasta que un día, en un cumpleaños tuvo de frente a uno de los supuestos viudos y le dio el pésame. La cara de horror del hombre y la de mi viejo justo haciendole señas fué muy tragicómico, además, de acercarse muy sonriente la supuesta muerta a saludar a mami, papá no tuvo más opciones que esperar llegar a casa... ¡Ferocidad gatuna!
Hoy extraño estas aventuras pero me hace feliz recordarlas porque fui capáz de sobrevivir a todo...
Indiana