En esa tarde de mayo quisiste despegar y observar otros mundos, quizá buscando el alivio que tu cuerpo y alma merecen.
La distancia entre nosotros fué física pero no fueron al olvido nuestras vivencias y lo mucho que significaste para mi.
No puedo despedirte porque sería olvidarte o negarte. No quise llorarte porque simplemente juré no hacerlo más aunque sienta que el dolor me venza.
Deseo recordarte pleno y alegre mi querido Daniel. Que encuentres esa luz intensa y bella que te llevará, seguramente, a conocer lo más maravilloso de la creación.
¡Siempre estarás presente en mi!
Indiana