Corría el año 1980 y el calendario marcaba el día 21 de septiembre.
Para mi sería una Primavera diferente pero mucho más para los chiquillos de El Jaguel (Partido de Esteban Echeverría).
Mis 20 años me mostraban una realidad triste, repleta de olvidos y pérdidas en esta comunidad que aprendí a querer y respetar. Estos vecinos que cuidaron_no solo de nuestro Campo de Deportes Municipal_ sino de mi persona, cuando cada mañana al bajar del colectivo, enfundada en mi guardapolvo azul y montada sobre unos tacos enormes, caminaba esas cuatro cuadras acompañada de patos y gallaretas mientras alguna vecina me gritaba; "Señorita, vaya tranquila que yo miro desde acá"
Cierta mañana haciendo mis gestiones administrativas dentro del municipio me entero de la fiesta que se organizaba para el "Día de la Primavera". Más tarde, ya en mi lugar de trabajo habitual, conversando con una mamá me comentó que los chicos no podían acceder a determinados festejos porque no estaban a la altura de los niños de la Ciudad. Confieso que me dolió y, el solo hecho de estar enterada, corrió en mi la obligación moral que todos los padres y sus hijitos pudiesen sonreir y trabajar participando de las actividades del Centro.
Hablé con mi superior y mis compañeros, todos ellos profesores de Educación Física. Me escucharon con atención y se entusiasmaron con la idea de presentarnos ese día con nuestros chicos. Surgía el inconveniente de no tener ni contar con medios para emprender nuestra "Carroza". A medida que aparecían ideas, se agregaban personajes hasta que humildemente un vecino ofreció su viejo camión para el desfile. Había que hacer milagros para tapar agujeros y darle una fachada más prolija.
Obtuve mucha ayuda de los comerciantes de Monte Grande quienes donaron flores artificiales. El Director de Compras de la Municipalidad me entregó mucho material con lo cual, las mamás, profesores y niños pusieron manos a la obra.
Los días previos estuvieron llenos de entusiasmo, los ví felices, disfruté mucho la algarabía del momento. Las nenas venían a preguntarme cómo peinarse o contarme las opiniones de sus papis que muy agradecidos nos ayudaron en todo.
Inexplicable el goce de ver de tantas caritas iluminadas por participar en un festejo que a ellos nos los dejarían afuera.
Recuerdo que esa tarde no pude ir al Campito porque, además estaba en la organización RRPP del evento y tuve que presentarme en el Municipio para estar al lado de la comitiva, pero el teléfono no paraba de sonar ni yo de llamar para ver si todo estaba en orden.
Ya comenzado el espectáculo, desfilando maravillosas carrozas llenas de flores y ornamentos costosos de las Entidades de Bien Público, allá, a las perdidas, el locutor anuncia el arribo de la Carroza del "Campo de Deportes Municipal Santa María"...
Por lo que se puede observar en la foto no fué la más bella pero sí la más completa. Además del Camión, nuestros niños, vestidos con los atuendos coorespondientes a las diversas actividades deportivas (Handball, Softball, Fútbol, atletismo, natación,etc) llevaron a su reina sobre una lancha adornada de flores de papel porque no teníamos dinero para comprar naturales.
¡Mi Dios, cómo lloré!
No se puede describir la emoción de esas criaturas, de sus padres, algunos enjugando sus lágrimas. Mamás que vinieron a abrazarnos agradecidas porque por primera vez sus hijitos participaban de un desfile, habían sido como esos pibes de la ciudad...
La noche cerró su ciclo y esos principitos volvieron a su estado natural, a su propia realidad.
Juro que por mucho tiempo se habló de la mágica primavera en aquel pueblito, hoy convertido en una próspera ciudad. -
Indiana Bauer