Nacido en Bruselas, durante su infancia vivió en Suiza hasta el final de guerra donde la familia se trasladó a Argentina, radicándose en la ciudad de Banfiel, partido de Lomas de Zamora.
Nuestra querida Lomas de Zamora tiene y tuvo el privilegio de tenerlo como un ciudadano ilustre, un hombre cuya perpectiva de vida, donde el criterio y el amor a la literatura selló su vida hasta su muerte en 1984.-
Con este trabajo, pretendo rendir un tributo a un escritor que cierto día entró en mi vida con un libro que primero deseché porque me resultó aburrido: "Autopista del Sur". Con los años retomé esa lectura y mi óptica cambió. Comprendo que ha sido el tiempo adecuado para poder interpretarlo. De ahi, mi fijación por los cuentos fantásticos, que muy lejos estoy de realizarlos óptimos, pero intento...
La Profesora y Escritora Alcira Doromaddoni. quien ocupara un espacio dentro de la Comisión directiva de SADE Central (Sociedad Argentina de Escritores) como en Lomas de Zamora, ha dictado un hermoso taller y en una ocasión consideró hacer un "Juego literario". Utilizar este recurso, cambiar el final... Éste es el producto.-
¡Gracias Julio, te honro desde mi corazón!
¡Gracias Alcira siempre te recuerdo por ser una docente increíble y una maravillosa mujer!
" Continuidad de los Parques"
...El otro final por Indiana Bauer... “Un juego literario”
(La idea es sacar al lector como testigo omnisciente y adentrarlo a la historia
Del cuento ”Continuidad de los Parques” de Julio Cortazar
Del libro “Final del Juego”)
“...El puñal se entibiaba contra su pecho. Las incoherencias eran sus aliados, la decisión estaba tomada. Solo habría una posibilidad y ella sería quien ejecute la acción. Las palabras se fijaban en el papel como una sentencia y el hombre no apartaba los ojos del libro. Un rumor leve apenas llegaba: los robles restregando sus ramajes, la brisa y el aroma de los rosales que se desplazaban tímidamente por el parque a la casa.
Una audaz combinación se sumaba a la historia: Él, decidido a capturar al intruso, ella, dispuesta a sus antojos repasaba la estrategia mientras recibió por fin la respuesta esperada de su amante. Un sofá cálido, ya amortiguaba los cuerpos entrelazados y sedientos que muy fugazmente se detenían para echar una mirada a su víctima que, agazapado entre unas cuantas letras, los observaba, silencioso y expectante.
Los minutos corrían a la par de los ecos y los suspiros. El humo del cigarrillo empañaba el fondo blanco de las paredes, los grandes ventanales que daban al jardín, la luz tenue de una lámpara, el sillón de terciopelo verde y el cálido sofá que ya estaba vacío. Ella se retiraba y algo le insinuó. Una seña completó la escena. Él se quedó esperando mientras otro cigarrillo aparecía en el cenicero de bronce que estaba sobre la mesa de vestir.
La mujer caminó hasta el parque, lo cruzó sin temor. Se acomodó el cabello y la ropa. Limpió con sus dedos los labios como queriendo retirar o quitar vestigios de algo. Vio el rosal, tomó una flor y la arrancó. Lastimó su dedo índice con una espina y chupó su propia sangre. Se paró en el umbral. Decida, abrió la puerta, todo estaba en su lugar. Nadie la reconocería pero los tiempos y los hechos parecían detenidos, menos ella.
Llegó al pasillo. Observó los ventanales que apenas reflejaban la luz de la calle. Era de noche. La escalera que daba a los cuartos, la alfombra persa que cubría delicadamente el piso de mármol, el péndulo del reloj que se mecía incansablemente, el sillón de terciopelo verde y al hombre que_ mientras tanto _ la percibía cerca, muy cerca. No apartaba sus ojos del libro. Parecía que el corazón galopaba a la par de sus sensaciones. Entonces ella, decidida, tomó su mano y lo besó. El hombre excitado, buscó sus labios, la sentía suya y se dejó transportar en ese hechizo hasta la cabaña junto a la mujer. Ambos ya estaban en el sofá gris y en la misma escena: la mujer, un puñal, la sangre en la espalda del hombre y él terminando esta historia...”
Buenos Aires – Argentina
Año 2004.-
...El otro final por Indiana Bauer... “Un juego literario”
(La idea es sacar al lector como testigo omnisciente y adentrarlo a la historia
Del cuento ”Continuidad de los Parques” de Julio Cortazar
Del libro “Final del Juego”)
“...El puñal se entibiaba contra su pecho. Las incoherencias eran sus aliados, la decisión estaba tomada. Solo habría una posibilidad y ella sería quien ejecute la acción. Las palabras se fijaban en el papel como una sentencia y el hombre no apartaba los ojos del libro. Un rumor leve apenas llegaba: los robles restregando sus ramajes, la brisa y el aroma de los rosales que se desplazaban tímidamente por el parque a la casa.
Una audaz combinación se sumaba a la historia: Él, decidido a capturar al intruso, ella, dispuesta a sus antojos repasaba la estrategia mientras recibió por fin la respuesta esperada de su amante. Un sofá cálido, ya amortiguaba los cuerpos entrelazados y sedientos que muy fugazmente se detenían para echar una mirada a su víctima que, agazapado entre unas cuantas letras, los observaba, silencioso y expectante.
Los minutos corrían a la par de los ecos y los suspiros. El humo del cigarrillo empañaba el fondo blanco de las paredes, los grandes ventanales que daban al jardín, la luz tenue de una lámpara, el sillón de terciopelo verde y el cálido sofá que ya estaba vacío. Ella se retiraba y algo le insinuó. Una seña completó la escena. Él se quedó esperando mientras otro cigarrillo aparecía en el cenicero de bronce que estaba sobre la mesa de vestir.
La mujer caminó hasta el parque, lo cruzó sin temor. Se acomodó el cabello y la ropa. Limpió con sus dedos los labios como queriendo retirar o quitar vestigios de algo. Vio el rosal, tomó una flor y la arrancó. Lastimó su dedo índice con una espina y chupó su propia sangre. Se paró en el umbral. Decida, abrió la puerta, todo estaba en su lugar. Nadie la reconocería pero los tiempos y los hechos parecían detenidos, menos ella.
Llegó al pasillo. Observó los ventanales que apenas reflejaban la luz de la calle. Era de noche. La escalera que daba a los cuartos, la alfombra persa que cubría delicadamente el piso de mármol, el péndulo del reloj que se mecía incansablemente, el sillón de terciopelo verde y al hombre que_ mientras tanto _ la percibía cerca, muy cerca. No apartaba sus ojos del libro. Parecía que el corazón galopaba a la par de sus sensaciones. Entonces ella, decidida, tomó su mano y lo besó. El hombre excitado, buscó sus labios, la sentía suya y se dejó transportar en ese hechizo hasta la cabaña junto a la mujer. Ambos ya estaban en el sofá gris y en la misma escena: la mujer, un puñal, la sangre en la espalda del hombre y él terminando esta historia...”
Buenos Aires – Argentina
Año 2004.-
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