CARTA A MI PADRE.-
(15-2-1928- 29-11-1989)
Aún cuando el tiempo pasa, todavía siento tu presencia en mi solitario mundo. Te creo vivo, alegre, sencillo y moderado a la hora de brindarme, en tu silencio, los consejos que quizás hubiese necesitado desde pequeña.
Te converso, y sé que me escuchas. Me manifiestas tus sentimientos y sabes que los interpreto. Aunque no te escuchen mis oídos, mi alma y la tuya se buscan entre las facetas etéreas, desplazándose entre los mundos que como mortales no hemos podido recorrer juntos.
Entre sueños me proteges y entre banales condiciones divinas, me tomas de la mano para que no tenga miedo de esos espectros que me asechan en la noche... Esas noches, 3477, que marcaron los calendarios desde tu partida. Que te busqué y aún te busco entre la gente, caminando, entre los recuerdos y la complicidad que ellos nos otorgan para revivirte, para consolar nuestras almas y así por un instante olvidar como sufren nuestros corazones, cuan dolidos y hasta quebrados estamos por ese adiós... Ese adiós sin conceptos ni consuelo, que me lleva a entender cuánto te he amado y te sigo esperando entre esas dimensiones tan opuestas y a la vez tan cercanas e incomprensibles al común de la gente. Casi nadie entiende ese porqué... pero, no importa, los dos lo sabemos y callados seguimos buscándonos entre las horas y los minutos, la noche y el día, la luz y la oscuridad...
No es tarde para demostrarte, entre mis letras, la alegría de sentirte libre, de sentirte vivo, como tampoco para decirte cuánto te amo y agradecerte tus sacrificios, tus noches sin sueños y también por aquellos largos días que, sentada en la vereda esperaba tu llegada. Por aquellos valores que no siempre se cuentan, y que solamente recobramos ante lo inevitable...
Tu sabes que te llevo dentro de mi. Que tu ausencia no existe solo cuando me invade la nostalgia de no tener tu mano frágil y tibia para que me consuele cuando tengo miedo, pero te veo cerca de mí con tus ojos verdes, tratando de brindarme una caricia, y yo quiero acercarme, pero tu te alejas... y en tu mirada comprensiva y sutil encuentro la palabra justa y se que no estoy sola, porque estás en un margen al que todavía no debo llegar .
Tampoco es fácil vivir sin recobrarte entre mis cosas más queridas, pero tu, eres eso: lo inolvidable, aquello que no se debe recobrar del olvido porque siempre estas presente.
Te honro desde mi memoria porque hiciste de mí una persona de bien, amada y respetada. Tengo el orgullo de haber sido ese modelo, que silencioso, labraste con palabras, acciones y buen juicio.,
Indiana A. Bauer
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